Corría el 12 de octubre de 1492 cuando el grito del marinero de la carabela "La Pinta" , Rodrigo de Triana , desgarra el abatido silencio en que dormitan los 87 hombres que navegan en las tres naves que componen la primera expedición de Cristóbal Colón. Son apenas las dos de la madrugada, pero la luna refleja la blancura de una ensenada en la isla de Guanahaní (luego rebautizada como San Salvador). Han sido treinta y tres días de temeraria navegación por alta mar desde las Islas Canarias - algunos más emplearon para llegar a las Islas Afortunadas - en los que Colón tuvo que "engañar" a su tripulación , que ya se veía perdida , contando menos leguas de las que en cada jornada realmente hacía "porque si el viaje fuese luengo no se espantasen ni desmayase la gente" (elegante forma de aludir al que posiblemente fuese el gran temor de quien posteriormente sería nombrado , por la Corona de Castilla , "Almirante, virrey y gobernador del mar océano, de las islas y de la tierra firme" ; un motín a bordo que obligase a la vuelta a la península). Empieza aquí primero la conquista y luego la colonización, dos hitos históricos que han hecho correr ríos de tinta, alentado polémicas y , las más de las veces , desatado pasiones tan justificadas en lo humano cuanto inexactas en lo histórico. Y es aquí en donde , humildemente , pretendo poner mi "pica en Flandes", expresión de origen histórico con la que el idioma español alude a tratar de hacer algo extremadamente complicado... y ya sabemos lo complejo que resulta nadar contracorriente.
Tengo para mí que el descubrimiento , conquista y colonización de América (con sus pros y sus contras) es una de las dos más grandes proezas en la Historia de la Humanidad. La segunda se produce siglos más tarde , cuando en 1969 tres astronautas norteamericanos ponen por primera vez el pie sobre la superficie lunar. La gesta de los marineros españoles en los estertores del siglo XV supone la demostración empírica de las teorías sobre la esfericidad de la Tierra , abre la puerta a toda suerte de descubrimientos geográficos e inicia el camino al conocimiento , primero de nuestro planeta , y al establecimiento posterior de lo que hoy conocemos como "aldea global"; mientras que la odisea espacial del Apolo XI rompe las barreras físicas que nos atan a nuestro -desde el viaje de Colón- "pequeño planeta azul" , brindando así al género humano una esperanza de futuro -al decir de no pocos científicos actuales- si acertamos con el "camino de las estrellas" a tiempo; es decir, antes de que nuestro planeta Tierra no de más de sí. Y poco importa , desde el punto de vista del Progreso Humano (así, con mayúsculas) que la intención inicial de tan notables avances se debiese a intereses comerciales -en el caso de los españoles- o a razones ideológicas, políticas o propagandísticas en la lucha por la supremacía que los americanos sostenían por aquel entonces (rebasada ya la primera mitad del siglo XX) con los soviéticos; con harta frecuencia los más grandes avances son fruto de la casualidad o resultado de intereses , personales o colectivos , que poco tienen que ver con el altruismo, lo que no merma un ápice su inmenso valor.
La conquista de América y la posterior colonización de los territorios "adquiridos" sirvió de forma inmediata para aumentar la importancia internacional de España hasta convertirla a la postre en el Gran Imperio, en la potencia hegemónica, y , precisamente por ello , en el enemigo a batir por los demás países de su entorno , temerosos -como no podía ser menos- de un territorio tan vasto en el que "nunca se ponía el sol". No cuesta mucho imaginarse que este hecho está en la base de la extraordinaria e interesada notoriedad que adquirió por aquellos siglos la famosa "leyenda negra" antiespañola. Hasta aquí nada nuevo; el poderoso siempre concita un punto de envidia y una prudente dosis de prevención - si se quiere justificar así - que nos empuja a ponernos del lado del débil... quizá porque nos sentimos más seguros contemplando la balanza equilibrada.
Lo que me parece más peligroso (en la línea de las teorías del revisionismo histórico al uso hoy) es no respetar el hecho , simple y meridiano , de que todos somos hijos de nuestro tiempo, condicionados por la época que nos ha tocado en suerte vivir y cuyos parámetros de todo tipo y condición (políticos, culturales, ideológicos, económicos y un largo etcétera) nos determinan siempre , nos constriñen con frecuencia y posiblemente nos justifiquen las más de las veces, sepámoslo o no. Lo contrario , esto es , interpretar el pasado desde los valores del presente es práctica arriesgada , que con frecuencia aboca a malas interpretaciones y nos hace reos de nuestro propio error; ¿qué juicio le merecería nuestra moderna y bien pensante sociedad democrática del siglo XXI a un hipotético hombre del siglo XXX si la juzgase desde su futuro , sin entender ni considerar la realidad en la que vivimos ahora?. Este craso error histórico tiene un nombre , anacronismo , y su funesto influjo ha encontrado campo abonado en no pocos acontecimientos del pasado , entre los que la conquista de América figura como uno de los más conocidos y comentados. Para evitarlo, basta con no juzgar el pasado desde el presente, sino más bien comparar lo que hicieron unos y otros por las mismas fechas, algo que en el caso de la conquista de América bien puede hacerse, pues a este hecho contribuyeron decisivamente otras potencias europeas (portugueses, franceses , ingleses...).
Con frecuencia oimos de la actuación española en América que fue ilegítima, interesada y enormemente sangrienta, e incluso no es infrecuente aplicar a estos sucesos términos como "saqueo", "exterminio", "expolio", "masacre" y otras lindezas. Una conquista es , por definición , un hecho bélico , cruento y ciertamente doloroso... y la conquista de América no fue una excepción. Como tampoco fue excepción que de análoga forma actuaron las demás potencias europeas en sus respectivas áreas de influencia. Como tampoco es excepción que en una guerra hay dolor y muerte ... ¡ por ambas partes ! Con candidez infantil -o quizá todo lo contrario- se ha ido deslizando históricamente la idea de la guerra injusta -por ilegítima- en la que los ávidos españoles , sedientos de oro , despojan a los pobres indígenas de sus tierras. Y uno , por principio , sospecha siempre de estas visiones maniqueas en las que los buenos (los indios, en este caso) lo son en grado sumo y sin fisuras, y los malos (entiéndase los españoles) tampoco admiten matices: básicamente el ser humano no es así. Quizá si tratásemos de ponernos , por ejemplo , en la piel de los muchos pueblos amerindios sojuzgados por el gran imperio azteca - los mismos pueblos que con su decidido apoyo a los españoles posibilitaron que Hernán Cortés conquistara Tenochtitlán (México) pese a su abrumadora inferioridad numérica - nos replanteásemos la simplista visión de buenos-malos de que vengo hablando. Y quizá , de paso, el espinoso tema de las "legitimidades", puesto que las potencias europeas aplican en la conquista la misma fórmula que los pueblos indígenas precolombinos más poderosos utilizan con los que lo son menos ... o quizá peor, pues al menos en el caso de España la legislación sobre los derechos de los indígenas aparece muy poco tiempo después del Descubrimiento mismo (1512, Leyes de Burgos), algo que no vemos se produjera en las con frecuencia tirantes relaciones entre pueblos precolombinos.
Insisto; no se trata de negar los muchos desmanes cometidos, sino simplemente de ser ecuánimes al valorar un hecho histórico de enorme repercusión y que tuvo , desde luego , un altísimo coste humano. Legalidad jurídica y legitimidad moral buscaron los españoles en el arbitrio de la única institución de la época (analizando los hechos desde su propia perspectiva histórica) que podía ofrecer por aquel entonces algo así; el Papado de Roma (las dos bulas del Pontífice Alejandro VI denominadas "Inter Coetera" , de 1493 , son la prueba). Legalidad se buscó -roto el pacto inicial del Papa- en el Tratado de Tordesillas ( 1494 ) para zanjar la controversia en el reparto territorial de América con los habilidosos navegantes portugueses. Y mucho me temo que no se pueda aplicar tanto "celo legitimador" en las actuaciones de otras potencias europeas que hicieron del saqueo, la "piratería de Estado" y el contrabando el eje de no pocas de sus actuaciones en la zona de las Antillas , por ejemplo.
En el extenso capítulo de calamidades achacables a los conquistadores españoles siempre ha resonado con fuerza el tema del exterminio de los indígenas. Y es bien cierto que hubo un descenso en la población nativa - descomunal, sería el calificativo - en las décadas inmediatamente posteriores al Descubrimiento . Esto es un hecho... el problema es cómo explicarlo. La guerra se debió cobrar sin duda un alto precio en vidas humanas , se cometieron efectivamente abusos por parte de los conquistadores y tampoco es negable el hecho de que se produjeran masacres , pero todo ello , incluso unido a los devastadores fenómenos naturales tan típicos de aquellos lares ( lluvias torrenciales , tormentas tropicales , huracanes , tornados o movimientos sísmicos , por citar los más característicos ) todo ello - insisto - no basta por sí solo para explicar el fenómeno de la caida demográfica. Una circunstancia esta de tal magnitud que terminaría afectando a la disponibilidad de trabajadores indios, dando así origen al tristísimo episodio histórico de la esclavitud . El problema para aceptar , sin más , la teoría de la brutalidad genocida española - que con tanta alegría se ha manejado - es que los fenómenos naturales devastadores ya se producían con anterioridad a la llegada española , como también eran frecuentes las escaramuzas y hechos sangrientos entre las distintas poblaciones precolombinas . Quedémonos como prueba con un simple dato , hoy aterrador ; tan sólo durante el reinado del sexto rey azteca y en el gran templo de Tenochtitlán algunos historiadores apuntan una cifra en torno a los veinte mil sacrificios humanos , cuyas víctimas eran en su mayoría los infortunados prisioneros de las constantes guerras que alimentaban el imperio azteca .
Algunos insignes historiadores buscaron la explicación al hundimiento poblacional indio en el único fenómeno que podría proporcionar , por sí mismo , una justificación coherente a cifras tan llamativas: las epidemias . Europa ya había registrado , con sus brotes de peste en la época medieval , unos períodos de elevadísima mortandad y , por otra parte , el mapa epidemiológico de la América española de aquella época está desde hace ya tiempo establecido ( primero la viruela en Santo Domingo , México y su extensión posterior por el sur ; después el sarampión en las Antillas , México de nuevo y luego en casi toda la América central ; más tarde el llamado "matlazahuatl" - que nosotros identificamos con el tifus - de nuevo cebándose en México y reapareciendo en otras zonas tiempo después... Y aún nos quedaría la gripe , que asoló Europa hacia mediados del siglo XVI y terminó alcanzando América tiempo después ). ¿ Por qué cebarse pues en la teoría genocida - que se muestra claramente insuficiente - y no aceptar la acción combinada de factores muy diversos y coincidentes en tiempo y espacio para aclarar un suceso tan llamativo como determinante en el posterior curso de los acontecimientos ? Quedan aún muchos aspectos por discutir en un hecho histórico que duró tantísimos años , abarcó tan inmenso territorio y afectó a tan gran parte de la población mundial ; entre otras cosas el esfuerzo de todo tipo que los españoles hicieron por llevar a cabo una auténtica colonización mucho más allá de la mera utilización de su descubrimiento con fines únicamente comerciales , pero este capítulo queda pendiente para mejor ocasión , dándome excusa además para volver a "colarme" en nuestro blog.
Permitidme tan sólo una postrera reflexión , muy breve. Cuando con alguna frecuencia mis alumnos me preguntan por qué hay que estudiar Historia , qué sentido tiene escudriñar el pasado , de qué les va a valer, yo siempre los miro en silencio unos segundos antes de hacerles ver el derecho que todos tenemos a conocer nuestros orígenes , a rendir homenaje a nuestros "mayores" , a buscar una explicación a nuestra forma de ser. Incluso les recuerdo que a nadie le deben privar de satisfacer su curiosidad ( pues ésta es , en buena medida , la causa del progreso humano ) aún cuando su curiosidad se centre en cómo vivían o vestían o qué tipo de vasijas usaban los romanos. No falta en ese momento quien me insiste en que todo eso está muy bien pero ... de qué le va a servir conocer el pasado de cara a su futuro. Y es entonces cuando se me viene siempre a la memoria una frase que hace años leí y nunca he olvidado: "No te dirá la Historia lo que tienes que hacer, pero sí lo que debes evitar". Si no queremos estar condenados a repetir errores, hagamos el esfuerzo de acercarnos a la Historia desechando intereses y prejuicios, y aceptando los hechos - nos agraden o repugnen - como honestamente creemos que se produjeron.
Fr. Javier Arce Argos
Profesor de lengua y literatura españolas
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